No se exactamente cómo describir lo que es el fútbol para mi sin parecer exacerbado. Por ejemplo, cuando hace ya varios años atrás me enteré que Albert Camus dijo alguna vez —palabras mas, palabras menos— que todo cuanto había aprendido de ética se lo debía al deporte de las patadas, le di la razón (por lo menos a mi manera). Poco me importaba que el fútbol de mi tiempo fuera muy distinto al de los años de Camus, para mi se trataba de la misma mujer hermosa ya fuera en un vestido de gala o recién levantada de la cama.
Pero a punta de pelotazos en la cara he tenido que darme cuenta de otras cosas. Hace pocos días leí una nota en el Clarín que hacía referencia a cómo en un torneo local brasilero uno de los equipos que disputaba el ascenso a una división superior pudo conseguir en el partido definitorio (el último del campeonato) nueve goles en los últimos nueve minutos de juego. ¡Caray... toda una hazaña! Al menos eso pensé hasta que pude ver el video de las anotaciones. (Pre)juzguen ustedes mismos:
Ni cuando en mis tiempos mozos jugaba con los equipos del colegio se vieron defensas tan malos.
Honestamente preferiría no pensar que algún arreglado hubo de por medio, pero aunque me cueste admitirlo me gana el maldito prejuicio. Como sea, ya fuera por trampa o desgano, la antimoraleja de la historia es que tristemente (también) en el fútbol no siempre gana el mejor, y el sentido de responsabilidad y de honestidad que desde chico he querido atriburile, parece estarse desvaneciendo. Quizá por eso mismo otro de sus fanáticos confesos, don Roberto Gómez Bolaños (Chespirito), tenga necesidad de andar respondiendo en las entrevistas[*] cosas como estas:
Ah... que no deja de ser juguetona la vida conmigo, ni bien pensaba terminar este post en offside con un arrebato de esperanza, cuando me encuentro con este video en YouTube. ¿Para qué mejor punto final?
Pero a punta de pelotazos en la cara he tenido que darme cuenta de otras cosas. Hace pocos días leí una nota en el Clarín que hacía referencia a cómo en un torneo local brasilero uno de los equipos que disputaba el ascenso a una división superior pudo conseguir en el partido definitorio (el último del campeonato) nueve goles en los últimos nueve minutos de juego. ¡Caray... toda una hazaña! Al menos eso pensé hasta que pude ver el video de las anotaciones. (Pre)juzguen ustedes mismos:
Ni cuando en mis tiempos mozos jugaba con los equipos del colegio se vieron defensas tan malos.
Honestamente preferiría no pensar que algún arreglado hubo de por medio, pero aunque me cueste admitirlo me gana el maldito prejuicio. Como sea, ya fuera por trampa o desgano, la antimoraleja de la historia es que tristemente (también) en el fútbol no siempre gana el mejor, y el sentido de responsabilidad y de honestidad que desde chico he querido atriburile, parece estarse desvaneciendo. Quizá por eso mismo otro de sus fanáticos confesos, don Roberto Gómez Bolaños (Chespirito), tenga necesidad de andar respondiendo en las entrevistas[*] cosas como estas:
"Es muy fácil explotar el dolor, la angustia; lo hacen el periodismo escrito, el radiofónico, el televisivo. Las noticias truculentas son las que más venden. Eso explica la violencia de las telenovelas y sus excesos de llanto y de pornografía. Vuelvo al caso del fútbol, porque se deja contaminar de esa locura de la violencia. Estoy renunciando al fútbol. No volveré. Sólo miraré los resultados para enterarme de quién ganó.
(Renuncio) Por la violencia que hay, que encierra, que refleja y que, desgraciadamente, está enseñando a todos los niños del mundo. No conozco a un solo futbolista profesional o aficionado que no sea tramposo, mentiroso y farsante. No existe ninguno; todos lo son.
(Son tramposos porque) caen al suelo como si los hubieran asesinado.
(Mentirosos porque) Engañan al árbitro.
(Farsantes porque) Fingen lesiones, simulan dolor. Yo fui futbolista y tengo muchos amigos futbolistas y todos han terminado por darme la razón: no hay quien no finja una falta del rival, no jale la camiseta, no empuje, no de un codazo, etc. Hasta hay un chiste: Le dice un técnico al jugador: “Usa los brazos para los golpes”. Y el jugador responde: “¿Cómo? ¡Para eso están las piernas!".
Ah... que no deja de ser juguetona la vida conmigo, ni bien pensaba terminar este post en offside con un arrebato de esperanza, cuando me encuentro con este video en YouTube. ¿Para qué mejor punto final?
Notas:
[*] Fragmento tomado de una entrevista realizada recientemente a Roberto Gómez Bolaños por Yamid Amat, trasncrita en el blog "Lente Creativo".


A finales de los años ochenta y principios de los noventa, el desarrollo era concebido como sinónimo de crecimiento económico. Es decir, había desarrollo cuando un Estado era capaz de maximizar su riqueza y de incrementar la competitividad de su economía. Para ello se hacía necesaria –como lo indica Roberto Zagha-- la aplicación de una política nacional correcta: reducir el déficit fiscal, promover derechos de importación más bajos, establecer menores restricciones al comercio internacional y a los flujos de capital, y conceder a los mercados el papel protagonista en la distribución de los recursos, sin importar cual fuera la historia, la orientación política y económica, o las instituciones propias de cada nación[1].








En el oficio bloggero no dejan de faltar momentos en los que uno bien pudiera pensar que sufre de agrafia. En mi caso particular, la perturbación que la desencadena suele ser casi siempre la tozudez: no son pocas las veces que me niego a escribir un post sin haber concluído antes otro previo que se encuentra en galeradas. Ese mismo que por falta de tiempo, por desgano, o por mi condición natural de exacerbado (léase, por intenso), no termina de tener punto final. Sin embargo, afortunadamente están siempre los amigos que con sus buenos escritos me sacan del embotamiento y me obligan a compartir lo leído.
Y ocurrió que causalmente en los días que siguieron a la publicación de la entrada, me encontré con un documento titulado "Aportes y desafíos de la Responsabilidad Social Empresarial en Colombia", publicado en el año 2006 y que fuera redactado por Rafael Gutierrez, Luis Felipe Avella y Rodrigo Villar, en el que se incluye un anexo sobre las "expresiones de RSE en Colombia durante el siglo XX".

Tal cual, el Grupo Nacional de Chocolates SA (Colombia), ha presentado su informe de sostenibilidad para el año 2008. Se trata de un texto corto (39 páginas) en donde la empresa de las chocolatinas Jet comparte, además de sendas reseñas sobre su compromiso con el desarrollo sostenible y un buen gobierno corporativo, una breve síntesis sobre su información financiera*, así como la medición (siguiendo los parámetros de GRI) de sus indicadores en las áreas de: relación con los trabajadores**; gestión con la comunidad; y gestión ambiental.
Mientras terminaba de darle forma a un post sobre la Declaración de Amsterdam emitida por GRI en marzo pasado (prometido para mañana... o pasado, pero prometido), me encontré con la entrevista que le hiciera Estefanía Giganti a