09 enero 2009

El día que los trabajadores dejamos de serlo: estupideces lingüisticas de la administración de recursos humanos

Hace algunas semanas atrás hallé sobre mi escritorio de trabajo -vaya a saberse como llegó ahí- una publicación institucional de una de las grandes multinacionales de telecomunicaciones que ofrecen sus servicios en Argentina. Haciéndole caso a la curiosidad, le eché un vistazo al índice de la revista, encontrándome con que contenía una nota sobre la política de conciliación laboral* que viene practicando dicha empresa. Arreglándomelas con una mano para encontrar la página indicada, mientras con la otra sostenía una taza de café, me dispuse a leer sin mayores pretensiones el susodicho artículo.

"El nacimiento de un hijo, superar el examen que te tuvo sin dormir, y tantos otros acontecimientos únicos en la vida merecen la pena vivirse con mucha, pero mucha intensidad. La administración del tiempo de las personas en sus puestos de trabajo representa hoy, todo un desafío, el cual conlleva un cambio de paradigma en la gestión de recursos humanos. En este contexto, los colaboradores (...)"

¡Stop! Este(m)... perdón, ¿los qué?

No, no había leído mal, los colaboradores, palabra que se repitió no pocas veces a lo largo del escrito para identificar con ella a los trabajadores de la empresa.

Pero... ¿Y cuándo se supone que los trabajadores dejaron de serlo para volverse ahora colaboradores?; mejor aún ¿Cuándo la palabra trabajador pasó a ser inconveniente para el lenguaje empresarial?

En tiempos donde la prédica está orientada a la aplicación material, al aterrizaje en el mundo empresarial de la RSE como realidad práctica y ya no como mero discurso, es necesario de todas maneras que dicha ejecución venga precedida y acompañada de un uso responsable del propio lenguaje; por eso no alcanzo a comprender y no paro de sorprenderme de que haya quienes puedan considerar el término trabajador, como una expresión vetada dentro del vocabulario empresarial.

De igual manera, tampoco logro entender cuál pudo ser el origen de semejante distinción tan desdeñable, y no puedo dejar de sentirme confundido al respecto: ¿Acaso pudo ser que quienes concibieron identificar al trabajador como colaborador consideraron que con ello éste habría de sentir mayor pertenencia hacia una empresa, con todas las consecuencias que ello puede significar?; si fue esa la razón, entonces permítaseme dudar de que puedan alcanzar tal objetivo.

Calificar al trabajador de simple colaborador, es lo mismo que cercenar axiológicamente el papel que el trabajo representa para la propia concepción del hombre; es reducirlo a su sentido meramente objetivo, donde la persona deja de ser tal, para convertirse en una simple herramienta más que contribuye a la producción.

¿Cuál es entonces el problema con que los trabajadores seamos trabajadores?, si al fin y al cabo todos, en mucho o en poco, en más o en menos, lo somos: el obrero es un trabajador, el poeta es un trabajador, el futbolista es un trabajador, el comediante es un trabajador... el empresario, si, el empresario también es un trabajador.

Afortunadamente la regulación laboral no ha caído todavía en tan deplorable cliché, y espero que nunca lo haga.

Termino con un par de pequeños fragmentos tomados de la encíclica Laborem Exercens escrita por Juan Pablo II:

"El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo; solamente el hombre es capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo el trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza".

"El trabajo es un bien del hombre -es un bien de su humanidad-, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido "se hace más hombre"".

*****

Notas:

* Sobre el concepto de Conciliación Laboral, ver este post.
§ El texto completo de la encíclica Laborem Exercens, puede leerse en este sitio.

2 comentarios:

  1. Carlos Javier,

    Creo entender que por colaborador, lo que se quisiera es brindarle un papel protagónico al trabajador. El primero es factor determinante para el rumbo de la empresa y el segundo simplemente acata órdenes. Pensaría que esa es la mentira que pretenden vender. En una empresa que conozco, decían que la empresa le generaba un mayor valor a sus trabajadores. De esa lacrimosa frase, se valían para convertirlos a todos en trabajadores de dirección, confianza y manejo, o mejor, de uso y abuso.

    Creo que el fin era exaltar lo humana que es la empresa a la que te refieres, no el contrario. Sin embargo, me parece muy bajo que siquiera lo intenten.

    Pregunta: ¿El blogger es un trabajador? Creo que va a ser otra noche de insomnio para mí.

    Muy buen ingreso. Felicitaciones.

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  2. Seguro, Gaviota, algo en apariencia "positivo" deben estar buscando, el problema, es como tu de alguna manera lo dices, que se trata justamente de eso, de mera "apariencia", de simple "forma", antes que de un verdadero cambio sustancial dentro de las relaciones empresario-trabajadores.

    La palabra Trabajador es enormemente valiosa en sí misma, por eso se me hace desdeñable la sola intención de querer remplazarla con otra u otras.

    Los problemas de pertenencia, de falta de comunidad que puedan haber al interior de una empresa con respecto a los trabajadores, no se cambian simplemente con llamar las cosas de otra manera, por el contrario, pienso que se profundizan y empeoran.

    Gracias como siempre por el comentario, amigo.

    Saludos allá en el alto cielo!

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