Presumo que muchos de los posts que se publicarán en torno a éste nuevo Blog Action Day habrán de referirse a que hoy en el mundo hay más de 1400 millones de pobres (personas que intentan sobrevivir con menos de 1.25 dólares al día conforme a la reciente modificación que hiciera el Banco Mundial de los parámetros para medir la pobreza), o que en el año 2005, cerca de 30.000 niños morían diariamente víctimas del hambre y la miseria; estadísticas que son todo un monumento a la vergüenza.
Ante tamañas cifras, y aprovechando el empujón del Blog Action Day, me fue inevitable como abogado sentarme a pensar un rato en qué hace o qué ha hecho el Derecho por los pobres del mundo. Recuerdo que desde mi primera clase de Introducción al Derecho mis docentes trataron de esforzarse (unos mucho, otros poco, algunos nada) por hacerme comprender que uno de los fines del Derecho era precisamente la justicia; pero… ¿De qué justicia estamos hablando cuando casi la mitad de la población del mundo es pobre?.
Por estos días hemos hablado mucho sobre la crisis financiera (¿mundial?), y nos hemos referido a los planes que los gobernantes de turno han ideado para paliarla. En Estados Unidos –el mejor ejemplo-, es bien conocido por todos que el gobierno de George W. Bush promovió la creación de una ley que le facultara para inyectar la exorbitante suma de 700.000 millones de dólares al sistema financiero norteamericano. Según cifras de la FAO, para reducir el número de personas que sufren de hambre en el mundo para el año 2015, se necesitarían cerca de 150.000 millones de Dólares. Para la fundación La Caixa, de España, erradicar la pobreza mundial costaría tan sólo la décima parte de la suma destinada por el gobierno de Estados Unidos a salvar los bancos que causaron la crisis*.
Como nos lo recordara Charles Taylor (Ética de la Autenticidad, 1994), el Derecho no es un fin en sí mismo, sino un medio legítimo para alcanzar otras cosas, entre ellas, fundamentalmente la justicia. Sin embargo, no puede haber justicia en una sociedad que desconoce e ignora la dignidad de las personas que la conforman, y que premia la irresponsabilidad de algunos por encima de la satisfacción de las necesidades más básicas de otros.
Es triste atreverse a pensar que el Derecho muchas veces se olvida de sí mismo; sin embargo, me queda la esperanza de saber que el Derecho nos pertenece a todos por igual, y que por eso no debiéramos dejar que unos cuantos lo manoseen.
Notas:
*Las cifras las tomé de éste excelente artículo publicado recientemente por el periodista Argentino, Jorge Lanata, en Crítica digital.
La imagen que acompaña el post está licenciada bajo Creative Commons. Fue tomada de Flickr.com. Autor, Bruno. C.
Ante tamañas cifras, y aprovechando el empujón del Blog Action Day, me fue inevitable como abogado sentarme a pensar un rato en qué hace o qué ha hecho el Derecho por los pobres del mundo. Recuerdo que desde mi primera clase de Introducción al Derecho mis docentes trataron de esforzarse (unos mucho, otros poco, algunos nada) por hacerme comprender que uno de los fines del Derecho era precisamente la justicia; pero… ¿De qué justicia estamos hablando cuando casi la mitad de la población del mundo es pobre?.
Por estos días hemos hablado mucho sobre la crisis financiera (¿mundial?), y nos hemos referido a los planes que los gobernantes de turno han ideado para paliarla. En Estados Unidos –el mejor ejemplo-, es bien conocido por todos que el gobierno de George W. Bush promovió la creación de una ley que le facultara para inyectar la exorbitante suma de 700.000 millones de dólares al sistema financiero norteamericano. Según cifras de la FAO, para reducir el número de personas que sufren de hambre en el mundo para el año 2015, se necesitarían cerca de 150.000 millones de Dólares. Para la fundación La Caixa, de España, erradicar la pobreza mundial costaría tan sólo la décima parte de la suma destinada por el gobierno de Estados Unidos a salvar los bancos que causaron la crisis*.
Como nos lo recordara Charles Taylor (Ética de la Autenticidad, 1994), el Derecho no es un fin en sí mismo, sino un medio legítimo para alcanzar otras cosas, entre ellas, fundamentalmente la justicia. Sin embargo, no puede haber justicia en una sociedad que desconoce e ignora la dignidad de las personas que la conforman, y que premia la irresponsabilidad de algunos por encima de la satisfacción de las necesidades más básicas de otros.
Es triste atreverse a pensar que el Derecho muchas veces se olvida de sí mismo; sin embargo, me queda la esperanza de saber que el Derecho nos pertenece a todos por igual, y que por eso no debiéramos dejar que unos cuantos lo manoseen.
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Notas:
*Las cifras las tomé de éste excelente artículo publicado recientemente por el periodista Argentino, Jorge Lanata, en Crítica digital.
La imagen que acompaña el post está licenciada bajo Creative Commons. Fue tomada de Flickr.com. Autor, Bruno. C.
Gran iniciativa Carlos Javier. Me uniré a la causa. Confieso que de no haber visto este ingreso, probablemente habría pasado por alto el día.
ResponderEliminarEn cuanto al tema planteado, en efecto es triste ver cómo frontalmente los gobernantes rompen con lo que deberían hacer. La crisis no solo ha afectado a las empresas a las que inyectan dinero, y aunque estas últimas son las causantes del desastre, son ellas las que reciben el dinero.
Siempre esperamos que los pobres surjan como consecuencia directa del bienestar de los ricos. Triste.
Saludos.
Gracias por el comentario, Gaviota. Estaré pendiente de leer tu post.
ResponderEliminarY si, es cierto, es triste (así tal cual, triste) que parezca que los gobiernos se esfuercen tanto como puedan por ignorar las muchas carencias que aquejan a sus gobernados. De todas maneras pienso que tan responsables como ellos somos todos nosotros (no sólo por elegirlos, o por dejarlos elegirse a sí mismos) sino por acolitarlo con nuestro silencio y con nuestra vergozosa indiferencia. Lo peor... que permitimos que usen el Derecho como una de marginación e injusticia.
Te mando un abrazo, nos seguimos leyendo.
Caray... de la emoción se me olvidaron palabras. Al final del comentario anterior quise decir:
ResponderEliminar...Lo peor... que permitimos que usen el Derecho como una herramienta de marginación e injusticia.